miércoles, 13 de febrero de 2013

002. DE CÓMO DECIDIMOS SALIR A PASEAR

Todo estaba vacío. Las paredes estaban vacías, los muebles y el cielo estaban vacíos. La cama estaba vacía. Entonces, solo quedó salir a pasear, a buscar, a encontrar.

Un terremoto lo había devastado todo, las paredes, las aceras. Como un camino sobre escombros. Parecíamos dos niños viejos rebuscando en un mercadillo de oportunidades, entre rastrojos de sociedades. Cuadros sin esquinas y libros sin capítulos, miradas perdidas y gritos perdidos en el vacío. Así, todo parecía estar perdido.

Hasta la ruptura del silencio, hasta el rescate de los gritos ahogados, permanecimos quietos, perfectamente inmóviles, susurrando en el silencio y bailando sin movernos, metidos en una caja oscura y sin ningún espejo. Acostumbrándonos, viendo como siempre todos eran los mismos, viendo como los años se cumplían y ahora ya no éramos niños.

De pronto vimos que estábamos desnudos, que siempre lo habíamos estado, y que la ropa había ido desapareciendo poco a poco, escondiéndose entre siglos de conocimientos adquiridos, de obligatoriedades innecesarias e intelectuales con gafas en la nuca. Y en la era mediática, todo era silencio.

Fue así como nos dimos cuenta de que todo estaba vacío, no había un solo atisbo de realidad entre tanta exagerada cordura. El protocolo en el idealismo no existe, y eso, lo habían quemado de los libros. No existía el gran secreto de nada. No había una clave proclamada a voces.

Fue así, como decidimos salir nosotros y ponernos a gritar.