lunes, 27 de mayo de 2013

005.4 SENTIR, COMO FIN ÚLTIMO

005.4. Salí a la calle a pensar.

Cuando más siento es cuando abro los ojos. Abrir los ojos no es ver, abrir los ojos es observar. Abrir los ojos es ver el color en medio de la calle gris, la calle gris y mojada, vacía y silenciosa. El bullicio no es sonido, es el mayor silencio. Tapa lo que hay que decir, esconde lo que se está callando.

Me hizo gracia ver las asas de la bolsa tan separadas, el plástico tirante y balanceándose torpemente, era una pareja de ancianos que se repartían el peso de un par de paquetes de azúcar y otro par de cartones de leche. Les costaba andar, pero lo hacían juntos. Esperé a no tenerlos de frente y sonreí, sonreí hasta que acabó el día y sonrío ahora al recordarlos. Pensé en toda su vida, y en todo lo que habían sentido en ella. Probablemente hubiese muchas penas, muchas dificultades, pero su resultado es una imagen que evoca felicidad. Que evoca el sentimiento más bello de todos. Amor. Tendrían hijos supongo, y nietos o tal vez no. Pero dejaron tras ellos un rastro de amor que se veía al igual que el rastro de la baba de un caracol.

La niña estaba de puntillas apoyada en la cinta transportadora y estirando su manita todo lo que podía para ofrecerle a la cajera un puñadito de monedas. Aquellas golosinas, después de haberlas comprado ella le gustarían mucho más y a su abuelo los pimientos, después de haberle invitado su nieta de unos tres años seguramente también. Esa niña recordaría ese momento todo el día, disfrutaría de la cotidianidad de hacerse mayor y le alegraría ser consciente de su crecimiento. Dormiría tranquila, feliz, porque habría subido un escalón más. No somos felices porque no sabemos ver lo que crecemos, porque dejamos de disfrutar con cada cosa que hacemos. Nos empeñamos en dejar de sentir cuando es lo único que no necesitamos aprender.

Sentir, es nuestro mayor talento.

domingo, 19 de mayo de 2013

005.3 SENTIR, COMO FIN ÚLTIMO.

005.3. SENTIMOS, SIEMPRE.

Nos tendimos a llorar. A echar de menos el pasado, a soñar por un recuerdo. A revivir los suspiros y las caricias, los besos y los sentimientos. A intentar perdurar en la memoria, guiándola a través de lo cotidiano. Nos tendimos a llorar, casi desnudos, imaginando que era verano. Donde el tiempo libre no ahoga, donde el calor no aprieta.

Fluimos melancólicos, porque creemos que el tiempo espera. Que vivimos aguardando momentos, que sentimos cuando no estamos despiertos. Olvidamos el presente frente a un pasado y añoramos un futuro ya alcanzado. No vemos el futuro en el presente porque la imaginación lo siente más intensamente.

Salimos a gritar, a correr mojándonos el pelo, a sentirnos vivos con lo efusivo de lo espontáneo. A evocar recuerdos de amores pasados. Salimos a perdernos, porque sentirse dentro duele. Sentirse dentro, olvida. Solo queremos saber que sentimos, y sentimos el recuerdo. Sentimos las pasiones ocurridas y los besos contemplados.

Vivimos fuera de nosotros mismos, para alimentarnos de destellos de locuras, de éxtasis y euforias. Revivimos la pasión como no la sentimos. Otorgándole al presente el poder en el futuro. La ensoñación nos domina, nos hace caminar y pintar, porque sabemos que en unos días la recordaremos. Y no será el sentimiento de ahora, sino en que evoque el que hemos buscado. 

Damos cabida a la melancolía porque mejora el pasado y droga el presente, lo tinta y cubre de telas transparentes. No es la tristeza, ni la pena, es el sentimiento vivo. No es un canto melancólico, somos nosotros, imaginando la alegría.


jueves, 2 de mayo de 2013

005.2 SENTIR, COMO FIN ÚLTIMO

005.2 LA RAZÓN QUE EMANA DE LOS SENTIDOS

Libertad de expresión a través de suspiros y caricias. Sueños e ilusiones invadidos de luz, de color, emanan de la fuerza de un espíritu salvaje, fuerte, vivo. Experimentación de lo eterno, lo efímero a través de uno mismo. El sonido, desde dentro, de una llamada por parte de los recuerdos, de vivencias de futuro, de promesas de conciencia. De realidades vividas y olvidadas.


miércoles, 1 de mayo de 2013

005.1 SENTIR, COMO FIN ÚLTIMO

005.1 ¿Por qué habría yo de querer ser un hombre?

Cuando ser mujer me convierte en musa de deseos y pasiones.

Las caderas de una mujer arrastran a la suma desesperación por el alcance del éxtasis. Son el único lugar sobre la faz de la tierra que guarda en su interior la mayor realización del placer puro a la vez que es capaz de generarlo. Fuente de vida, de pasiones, de deseos. Lugar sagrado al cual temieron y añoraron desde tiempos remotos los hombres. Víctimas de actos impulsivos por poseer la riqueza de algo real, algo bruto en su esencia, en un mundo donde solo quedan materializaciones del desasosiego y del terror.

El sexo de una mujer es lo que convierte en sabio a un hombre. ¿Dónde sino se alcanza la mayor similitud a una fuente mística de belleza, a la comprensión de lo que es el sentir? Los hay que reniegan, que consideran la sexualidad obscena y vulgar creyendo por ello aspirar a algo superior, a una espiritualidad impoluta e infranqueable. Lejos de reconocer el valor de una madre, una hija, un amante, huyen de la búsqueda del sentir, huyen de la vida.

Mujeres, portadoras de la explicación a la existencia del ser humano, valientes, guías y luceros. Linternas de colores sobre caminos oscuramente frondosos. Poseedoras de la puerta de entrada al mundo de los sentidos, del placer, del amor, de la fantasía.