jueves, 29 de agosto de 2013

007.2 SI TUVIESE UN JARDINERO

007.2. Mi modelo de elegancia es mi perro

Mi perro, ahí sentado al sol, con su expresión solemne y su mirada en calma nunca pierde su elegancia. Cuando se levanta, sube la cabeza para después apoyar las patas de una en una, despacio con un movimiento parsimonioso y definitivo. Mi perro, que se estira como un felino y camina como un caballo. Mi perro, con su pelaje como el de un león y la calma de un elefante. Mi perro que si le hablas te mira mostrando su comprensión y que ni bostezando pierde las formas.

Mi perro no siempre está tumbado, a veces corre para mostrar su velocidad y el movimiento de su pelo al hacerlo. Cuando ladra deja oír un latido sonoro y seco, colocando alto el morro y manteniendo un perfil digno y autoritario, a pesar de ser un perro pequeño. También es un perro cariñoso que adora ser acariciado y que no escatima en lenguaradas pero todos esto con elegancia claro.

sábado, 24 de agosto de 2013

007.1 SI TUVIESE UN JARDINERO

007.1. Planes enraizados.

El otro día, mientras tomaba el sol en el jardín, oí una disputa entre grillos. Estaban sobresaltados y exasperados. Llevaba un buen rato leyendo hasta que llegué a ese momento en el que los brazos, apoyados sobre los codos, están a punto de quedar imposibilitados en esa posición hasta el resto de sus días, así que decidí tirar todo mi peso sobre el suelo. Coloqué la cabeza de lado, sobre la toalla, de modo que mi oreja quedaba bien situada para recibir todos los sonidos procedentes del subsuelo.

Me sobresaltó el canto tan intenso de los grillos, situados justo debajo de mi oído. Se quejaban de que mi toalla no les dejaba salir, de que les había cubierto el sol y de que mi peso les reducía el campo de comunicación. Hablaban muchas cosas más, de la obra de los vecinos que les hacía vibrar y que creaba interferencias para contactar con sus familias. También hablaban de que en verano esto se llenaba de críos, que de momento solo se divertían aprendiendo a andar en bicicleta y dejando las ruedas de apoyo, pero en un par de veranos se divertirán cazándolos. A nosotros, a mi generación, la suya, ya no nos había sufrido.

Quise quedarme allí, a escucharlos, ahora que la cosa se ponía interesante, que empezaban a tratar sobre contaminación y política, por respeto decidí levantarme. Así que cogí mi libro y mi toalla y me levanté, devolviéndoles el sol para ver si encontraba cerca algún hormiguero.