miércoles, 10 de abril de 2013

004.1 FUNCIÓN SOCIAL, RAZÓN HUMANA


001.

¿Cómo estás bonita?

No soy bonita. Soy horrible. Soy arrogante y malhumorada, estúpidamente orgullosa y engreída, y por supuesto, me creo mejor que tú. Estarías dispuesta a quererme solo por un par de monedas, sólo eso valgo y estás en lo cierto. Luchas por no morirte de hambre y tu día a día solo recoge eso, el mío recoge un montón de estúpidas e innecesarias preocupaciones que lucho por mantener y sentirme más desgraciada que los demás. Pero ellos, los demás, son igual que yo, igual que los que pasan por aquí y fingen que se les rompe el alma al verte, algunos incluso tienen días en los que pueden llegar a sentirse generosos porque algo les haya salido bien, pero nunca se sienten culpables, y puede que con suerte te den una pequeña parte de su calderilla, pero ni eso. Al cruzar la esquina tú ya no formarás parte de sus recuerdos, a nadie le importa donde duermas esta noche ni si tu alimentación cubre tus necesidades, yo tiro montones de comida a la basura y como más de lo que necesito comer, igual que todos, pero no se me ocurre al ir al supermercado comprar un par de manzanas más para ti, antes prefiero tirarlas pasada una semana. También los hay de los que pasan a tu lado y fingen no verte, siguen andando derechos y erguidos y consumiéndose por su día a día banal y estúpido. Tal vez ciertamente haya alguien a quién verte así le parta el alma, pero tampoco te mete en su casa, tampoco te da de comer, te viste o te paga unos estudios que nunca tuviste. Solo dicen ante los demás monstruos haber llorado por ti, de igual modo que yo estoy haciendo ahora. No te confundas, esto solo lo hago para que los demás vean lo buena que soy, tú a mi no me importas. Y sí, nadie trabaja para nadie sino para uno mismo, por ese motivo no tengo porque ayudarte, porque lo que me sobra, lo que no necesito también es mío, solo mío. Porque yo siempre me he labrado mi futuro, nunca he recibido ayuda ni la he necesitado, he sido buena persona, trabajadora y humilde y no he hecho que la gente se avergüence de mi al verme tirada en un portal, ni nadie tampoco me ha culpado de aumentar el peligro de la ciudad en la que vivo.

Tal vez mañana cuando te vuelva a ver me sobren unos céntimos, ahora voy a intentar creérmelo y no pensaré en ti cuando me meta en mi cama mullida y caliente.

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