jueves, 5 de septiembre de 2013

008.1 MIRADAS ATENTAS, SUEÑOS ENCONTRADOS.

008.1 Chorros de manguera a una ventana

Aquel hombre estaba regando las ventanas de su casa. No se trataba de una buena limpieza, las estaba regando, por ellas corría tal cantidad de agua que parecía que estas tenían sed, una sed insaciable, tanta sed que se bañaban en agua. El hombre movió la manguera de un lado a otro de las ventanas, ventanas de pared, ventanas de salón. El agua bajaba abundantemente, dejando después surcos de transparencia, ahí fue cuando la vi, una niña pequeña y emocionada, contenta, saltando y agitando las brazos mientras su abuelo, concentrado en la tarea, le tiraba agua de frente.

La niña contenta de que jugasen con ella, de que el abuelo le permitiese un juego al que su madre nunca cedería, nunca le dejaría pasar agitadamente sus manitas por toda la superficie de las ventanas del salón. Y el abuelo, sereno y concentrado, todavía más feliz, feliz de hacer feliz a su nieta, feliz de convertirse en la mayor atracción para ella, se tomaba en serio su cometido. Feliz de ver como no solo el agua corría por las ventanas, sino que también lo hacía la diversión, también lo hacía la belleza y el amor.

jueves, 29 de agosto de 2013

007.2 SI TUVIESE UN JARDINERO

007.2. Mi modelo de elegancia es mi perro

Mi perro, ahí sentado al sol, con su expresión solemne y su mirada en calma nunca pierde su elegancia. Cuando se levanta, sube la cabeza para después apoyar las patas de una en una, despacio con un movimiento parsimonioso y definitivo. Mi perro, que se estira como un felino y camina como un caballo. Mi perro, con su pelaje como el de un león y la calma de un elefante. Mi perro que si le hablas te mira mostrando su comprensión y que ni bostezando pierde las formas.

Mi perro no siempre está tumbado, a veces corre para mostrar su velocidad y el movimiento de su pelo al hacerlo. Cuando ladra deja oír un latido sonoro y seco, colocando alto el morro y manteniendo un perfil digno y autoritario, a pesar de ser un perro pequeño. También es un perro cariñoso que adora ser acariciado y que no escatima en lenguaradas pero todos esto con elegancia claro.

sábado, 24 de agosto de 2013

007.1 SI TUVIESE UN JARDINERO

007.1. Planes enraizados.

El otro día, mientras tomaba el sol en el jardín, oí una disputa entre grillos. Estaban sobresaltados y exasperados. Llevaba un buen rato leyendo hasta que llegué a ese momento en el que los brazos, apoyados sobre los codos, están a punto de quedar imposibilitados en esa posición hasta el resto de sus días, así que decidí tirar todo mi peso sobre el suelo. Coloqué la cabeza de lado, sobre la toalla, de modo que mi oreja quedaba bien situada para recibir todos los sonidos procedentes del subsuelo.

Me sobresaltó el canto tan intenso de los grillos, situados justo debajo de mi oído. Se quejaban de que mi toalla no les dejaba salir, de que les había cubierto el sol y de que mi peso les reducía el campo de comunicación. Hablaban muchas cosas más, de la obra de los vecinos que les hacía vibrar y que creaba interferencias para contactar con sus familias. También hablaban de que en verano esto se llenaba de críos, que de momento solo se divertían aprendiendo a andar en bicicleta y dejando las ruedas de apoyo, pero en un par de veranos se divertirán cazándolos. A nosotros, a mi generación, la suya, ya no nos había sufrido.

Quise quedarme allí, a escucharlos, ahora que la cosa se ponía interesante, que empezaban a tratar sobre contaminación y política, por respeto decidí levantarme. Así que cogí mi libro y mi toalla y me levanté, devolviéndoles el sol para ver si encontraba cerca algún hormiguero.

miércoles, 31 de julio de 2013

006. LO QUE PENSAMOS MIENTRAS NO DORMIMOS.

006.1. Afanes estúpidos

Nada nos pertenece, ni a nosotros mismos nos pertenecemos. Y si a caso hemos sido hechos para ser poseídos, desde luego no ha sido para nosotros mismos, sino para que los demás puedan reflejarse en nosotros y así comprenderse. Esto, del mismo modo que son los demás quienes nos esculpen, nos dan forma y tallan nuestras dimensiones para que seamos conscientes de hasta donde llegan nuestros dedos, de cuales son nuestras actitudes más infantiles y en dónde reside nuestra fuerza.


lunes, 27 de mayo de 2013

005.4 SENTIR, COMO FIN ÚLTIMO

005.4. Salí a la calle a pensar.

Cuando más siento es cuando abro los ojos. Abrir los ojos no es ver, abrir los ojos es observar. Abrir los ojos es ver el color en medio de la calle gris, la calle gris y mojada, vacía y silenciosa. El bullicio no es sonido, es el mayor silencio. Tapa lo que hay que decir, esconde lo que se está callando.

Me hizo gracia ver las asas de la bolsa tan separadas, el plástico tirante y balanceándose torpemente, era una pareja de ancianos que se repartían el peso de un par de paquetes de azúcar y otro par de cartones de leche. Les costaba andar, pero lo hacían juntos. Esperé a no tenerlos de frente y sonreí, sonreí hasta que acabó el día y sonrío ahora al recordarlos. Pensé en toda su vida, y en todo lo que habían sentido en ella. Probablemente hubiese muchas penas, muchas dificultades, pero su resultado es una imagen que evoca felicidad. Que evoca el sentimiento más bello de todos. Amor. Tendrían hijos supongo, y nietos o tal vez no. Pero dejaron tras ellos un rastro de amor que se veía al igual que el rastro de la baba de un caracol.

La niña estaba de puntillas apoyada en la cinta transportadora y estirando su manita todo lo que podía para ofrecerle a la cajera un puñadito de monedas. Aquellas golosinas, después de haberlas comprado ella le gustarían mucho más y a su abuelo los pimientos, después de haberle invitado su nieta de unos tres años seguramente también. Esa niña recordaría ese momento todo el día, disfrutaría de la cotidianidad de hacerse mayor y le alegraría ser consciente de su crecimiento. Dormiría tranquila, feliz, porque habría subido un escalón más. No somos felices porque no sabemos ver lo que crecemos, porque dejamos de disfrutar con cada cosa que hacemos. Nos empeñamos en dejar de sentir cuando es lo único que no necesitamos aprender.

Sentir, es nuestro mayor talento.

domingo, 19 de mayo de 2013

005.3 SENTIR, COMO FIN ÚLTIMO.

005.3. SENTIMOS, SIEMPRE.

Nos tendimos a llorar. A echar de menos el pasado, a soñar por un recuerdo. A revivir los suspiros y las caricias, los besos y los sentimientos. A intentar perdurar en la memoria, guiándola a través de lo cotidiano. Nos tendimos a llorar, casi desnudos, imaginando que era verano. Donde el tiempo libre no ahoga, donde el calor no aprieta.

Fluimos melancólicos, porque creemos que el tiempo espera. Que vivimos aguardando momentos, que sentimos cuando no estamos despiertos. Olvidamos el presente frente a un pasado y añoramos un futuro ya alcanzado. No vemos el futuro en el presente porque la imaginación lo siente más intensamente.

Salimos a gritar, a correr mojándonos el pelo, a sentirnos vivos con lo efusivo de lo espontáneo. A evocar recuerdos de amores pasados. Salimos a perdernos, porque sentirse dentro duele. Sentirse dentro, olvida. Solo queremos saber que sentimos, y sentimos el recuerdo. Sentimos las pasiones ocurridas y los besos contemplados.

Vivimos fuera de nosotros mismos, para alimentarnos de destellos de locuras, de éxtasis y euforias. Revivimos la pasión como no la sentimos. Otorgándole al presente el poder en el futuro. La ensoñación nos domina, nos hace caminar y pintar, porque sabemos que en unos días la recordaremos. Y no será el sentimiento de ahora, sino en que evoque el que hemos buscado. 

Damos cabida a la melancolía porque mejora el pasado y droga el presente, lo tinta y cubre de telas transparentes. No es la tristeza, ni la pena, es el sentimiento vivo. No es un canto melancólico, somos nosotros, imaginando la alegría.


jueves, 2 de mayo de 2013

005.2 SENTIR, COMO FIN ÚLTIMO

005.2 LA RAZÓN QUE EMANA DE LOS SENTIDOS

Libertad de expresión a través de suspiros y caricias. Sueños e ilusiones invadidos de luz, de color, emanan de la fuerza de un espíritu salvaje, fuerte, vivo. Experimentación de lo eterno, lo efímero a través de uno mismo. El sonido, desde dentro, de una llamada por parte de los recuerdos, de vivencias de futuro, de promesas de conciencia. De realidades vividas y olvidadas.


miércoles, 1 de mayo de 2013

005.1 SENTIR, COMO FIN ÚLTIMO

005.1 ¿Por qué habría yo de querer ser un hombre?

Cuando ser mujer me convierte en musa de deseos y pasiones.

Las caderas de una mujer arrastran a la suma desesperación por el alcance del éxtasis. Son el único lugar sobre la faz de la tierra que guarda en su interior la mayor realización del placer puro a la vez que es capaz de generarlo. Fuente de vida, de pasiones, de deseos. Lugar sagrado al cual temieron y añoraron desde tiempos remotos los hombres. Víctimas de actos impulsivos por poseer la riqueza de algo real, algo bruto en su esencia, en un mundo donde solo quedan materializaciones del desasosiego y del terror.

El sexo de una mujer es lo que convierte en sabio a un hombre. ¿Dónde sino se alcanza la mayor similitud a una fuente mística de belleza, a la comprensión de lo que es el sentir? Los hay que reniegan, que consideran la sexualidad obscena y vulgar creyendo por ello aspirar a algo superior, a una espiritualidad impoluta e infranqueable. Lejos de reconocer el valor de una madre, una hija, un amante, huyen de la búsqueda del sentir, huyen de la vida.

Mujeres, portadoras de la explicación a la existencia del ser humano, valientes, guías y luceros. Linternas de colores sobre caminos oscuramente frondosos. Poseedoras de la puerta de entrada al mundo de los sentidos, del placer, del amor, de la fantasía.

domingo, 21 de abril de 2013

004.4 FUNCIÓN SOCIAL, RAZÓN HUMANA

004. No deberíamos continuar con los ojos cerrados.

Somos de los pocos privilegiados y nos hemos dormido y aletargado. Me rompo en mil pedazos al reconocerlo, al sentir la culpa y el hambre. Somos los que salimos de fiesta mientras el país se hunde, los que nos bebemos hasta las buenas ideas antes de comentarlas, los que tiramos las llamadas de urgencia al retrete y fingimos no haber oído llamar a la puerta. Salimos a un par de manifestaciones y nos creemos transgresores, libres y fuertes. Pobres inútiles ilusos. Alimentados con falsas apariencias, con mentiras que todos conocemos y que fingimos no reconocer. Creemos ser una generación por llevar el pelo pintado y tener un par de vaqueros rotos en el armario y ¿Qué? ¿Qué nos diferencia de viles secuaces? ¿De inútiles cómplices de fácil manipulación?

Vivimos despreocupados, caóticos y egoístas, sin atender a responsabilidades. Han confiado en nosotros y nos han considerado mentes pensantes, esperanza, decisiones efectivas. Admiramos y veneramos a aquellos ejemplos que no tomamos como modelo, soñamos con ser hippies por querer consumir psicotrópicos pero sin defender lo que eso transcendía, había un fin para una causa, ¿y nosotros? ¿qué fin tenemos más que seguir delegando?¿seguir permitiendo que no se releve aquello que ha defraudado a los que han confiado? ¿simplemente seguimos una línea sucesoria de falta de acción?

Se me quedan cortas unas pocas líneas para describir todo lo que no hacemos, para manifestar la falta de revolución de la que hipocritamente presumimos liderar. De la que consideramos ser activos y partidarios. Somos el futuro, la promesa y ya entrados en la veintena, con consciencia y poder de acción, nos envolvemos los ojos en trapos mojados, decoloramos el color del aire y ensordecemos los llantos de los que nos suplican. Solo espero que ese no sea ese el futuro. Sin embargo no hace falta que lo diga, todos lo sabemos pero a todos nos gusta ser de los pocos privilegiados.

¿Qué valores enseñaremos a nuestros hijos cuando no estamos más que vacíos de ideales? Indignémonos con nosotros mismos, no contribuye al cambio aquel que no se cambia a sí mismo.



sábado, 13 de abril de 2013

004.3 FUNCIÓN SOCIAL, RAZÓN HUMANA

003. ¿Qué quedó de la imaginación al poder?

No nos hemos convertido más que en hipócritas acomodados. Defensores de la ausencia de causas, defensores del olvido. No hubo revueltas para ser olvidadas, no hubo revueltas para que sus propósitos fuesen escondidos.

Sí defendían, o defendimos, porque quiero pensar que algo hemos heredado nosotros mismos, que las acciones no debían de ser reacciones sino creaciones, ¿cómo podemos ahora lejos de la creación, huir hasta de la reacción? Lejos nosotros ya, de intentar enmendar lo que hicieron mal nuestros padres, empeoramos lo que ellos consiguieron, acallamos sus gritos de júbilo. Olvidamos sus propósitos, olvidamos sus pasiones y escondemos sus logros. Pintamos de negro las paredes, y ocultamos sus gritos desesperados. Gritos que desembocaron en acciones, acciones que nosotros negamos, que envolvemos en miedo y escondemos debajo de las alfombras.

Hemos acallado sus voces, hemos escondido sus gritos, gritos que dieron por nosotros. Y no lo hemos mantenido, no defendimos lo que nos habían dado, lo que tanto había costado. Faltos de revolución, pero también de ideales, de voz y sobre todo de pasiones.

No intentamos igualar ninguna generación, no imitamos ningún propósito, tan solo hemos permanecido escondidos, agachados bajo grandes mantas tupidas, con la cabeza enterrada para alejarla de cultura, para alejarla de emociones y legados. Para alejarla de responsabilidades.

Somos nosotros los que nos hemos convertido en la generación dormida.

jueves, 11 de abril de 2013

004.2 FUNCIÓN SOCIAL, RAZÓN HUMANA

002. LOS CAFÉS PENDIENTES


Hoy, leí un artículo sobre los “cafés pendientes”. Antes de leerlo nunca había oído hablar de ellos. Son el resultado de una tradición establecida inicialmente en Nápoles, consiste en pagar cafés que no vayas a tomar cuando entres a un bar. De este modo, cuando alguien pobre entre tendrá un café que tomar. Se decía también en el artículo, que hoy día esta tradición se ha expandido a la frontera de Nápoles.

Inmediatamente después de que esta acción me conmoviese acudieron a mi memoria, ¿Cómo no? , algunos recuerdos de infancia. En el pueblo en el que crecí, la rutina era tranquila y similar a la de cualquier película que trate de representar lo que es un pueblo alejado de una ciudad. Mi vecino, cuatro años mayor que yo y mi yo de unos ocho años, vivíamos enredados en sueños fantasiosos, lo cual conllevaba el intento permanente de querer imitar todo lo que hacían nuestros hermanos bastante mayores que nosotros. Bien, se estableció la moda de los vehículos de cuesta. Los vehículos de cuesta consistían en unos cuantos tablones unidos mediante puntas a los que se proporcionaba unas ruedas y después su función consistía en bajar cuestas.

Mi vecino, tenía a su vez un vecino que era pobre, su casa no tenía tejado y su vehículo no era más que una bicicleta oxidada. Solo tenía unos enormes ojos azules y un cuerpo enclenque. Alberto, creo que se llamaba, pero no es su nombre lo que importaba. Sino lo que sin saber dejó detrás de él.

Era una tarde de creación, de esas de verano, en las que decidíamos ponernos a hacer algo y como dije antes, estabas de moda los vehículos de cuesta. Mi vecino y yo, no teníamos más que un par de ruedas viejas muy gastadas, de las que ya solo quedaba el hierro interior. Alberto, le llamaré así aunque no recuerde muy bien si era o no su verdadero nombre, llegaba en ese momento de su ruta diaria de contenedores y se acercó a ver como avanzaba nuestro proyecto. Nos dijo que lo que nos faltaba era materia prima. Nunca antes había hablado con él, mi vecino sí, pero yo no, solo lo veía pasar por la calle cuando regresaba a casa cada tarde, creo que su bicicleta era de color verde, o eran de color verde los pequeños trozos de pintura que todavía se aferraban al hierro oxidado. Nos dijo que lo acompañáramos a su casa que igual encontraba allí algo para nosotros.

Así fue como supe que su casa no tenía tejado, la vegetación se la comía también por dentro y solo tenía unos cuantos bultos de cosas que nunca utilizaría, en la parte del fondo del cubo que encerraban aquellas no enteras cuatro paredes. Él no se avergonzó ante nosotros de las condiciones en las que vivía, pero percibí que éramos los únicos a los cuales se las mostraría. Tenía las ruedas  a mano, no le hizo falta buscarlas, eran unas buenas ruedas, mucho mejor que las que podríamos haber encontrado nosotros.  Cuando me hice mayor, comprendí que las había estado buscando para regalárnoslas, probablemente el día anterior no nos hubiésemos cruzado con él y por eso las guardaba en casa. Él no tenía nada, sin embargo, en aquel momento nos dio lo que nosotros más deseábamos. Y a mí, me dio uno de los primeros ejemplos que recuerdo de bondad. Después de aquel día no volví a hablar con él, pero recuerdo que el día que mi padre dijo en casa que había muerto sentí más pena que por adultos con los que hablaba a menudo.

Había un vagabundo que andaba todos los días desde el sitio donde dormía, desconozco si tenía casa, hasta un contenedor que estaba a unos seis kilómetros de mi casa, todos los días iba y volvía, parando en cada uno de los contenedores que había en el camino. A pesar de ello, era un hombre muy elegante, sus movimientos eras suaves, parsimoniosos y bellos. Tenía pelo y barba blanca y era alto. Siempre llevaba un saco colgado al hombro en el que recogía lo que encontraba y consideraba que le podía hacer falta. Después, con los años, empezó a llevar un carro metalizado, su postura, ya no era tan erguida.

Recuerdo que me infundía un gran respeto, no era el vagabundo de clase borracho, su sabiduría, afloraba en su presencia y su retiro mostraba la huida. Mi madre me había enseñado a saludarlo, todos los días coincidíamos con él en algún punto de su trayectoria, el andaba, nosotras íbamos en coche. Mi madre decía que no era un desconocido que nos veíamos todos los días y que debíamos saludarlo. A mí me infundía un gran respeto, me parecía una persona de lo más respetable, ¿qué importaba si vivía en la calle?

Hubo un tiempo en el que no lo vi, o que si lo vi estaba más pendiente de mi desarrollo que de si me lo cruzaba. Tendría unos doce años cuando me crucé con él caminando. Iba con una amiga y a ella le asustaba el hecho de que nos estuviéramos acercando, yo no comprendía su miedo. Al pasar justo a su lado nos dijo algo e intentó tocarme, mi amiga me empujó dejándolo quedar a él en medio y torpe para poder agarrarnos. Estaba borracho. Verlo borracho no fue una decepción sino más bien una justificación, percibí que llevaba una sortija en un dedo, era bisutería dorada con una gran piedra granate en el centro.

Ahora caigo en la cuenta de que hace mucho tiempo que dejé de verlo. 


miércoles, 10 de abril de 2013

004.1 FUNCIÓN SOCIAL, RAZÓN HUMANA


001.

¿Cómo estás bonita?

No soy bonita. Soy horrible. Soy arrogante y malhumorada, estúpidamente orgullosa y engreída, y por supuesto, me creo mejor que tú. Estarías dispuesta a quererme solo por un par de monedas, sólo eso valgo y estás en lo cierto. Luchas por no morirte de hambre y tu día a día solo recoge eso, el mío recoge un montón de estúpidas e innecesarias preocupaciones que lucho por mantener y sentirme más desgraciada que los demás. Pero ellos, los demás, son igual que yo, igual que los que pasan por aquí y fingen que se les rompe el alma al verte, algunos incluso tienen días en los que pueden llegar a sentirse generosos porque algo les haya salido bien, pero nunca se sienten culpables, y puede que con suerte te den una pequeña parte de su calderilla, pero ni eso. Al cruzar la esquina tú ya no formarás parte de sus recuerdos, a nadie le importa donde duermas esta noche ni si tu alimentación cubre tus necesidades, yo tiro montones de comida a la basura y como más de lo que necesito comer, igual que todos, pero no se me ocurre al ir al supermercado comprar un par de manzanas más para ti, antes prefiero tirarlas pasada una semana. También los hay de los que pasan a tu lado y fingen no verte, siguen andando derechos y erguidos y consumiéndose por su día a día banal y estúpido. Tal vez ciertamente haya alguien a quién verte así le parta el alma, pero tampoco te mete en su casa, tampoco te da de comer, te viste o te paga unos estudios que nunca tuviste. Solo dicen ante los demás monstruos haber llorado por ti, de igual modo que yo estoy haciendo ahora. No te confundas, esto solo lo hago para que los demás vean lo buena que soy, tú a mi no me importas. Y sí, nadie trabaja para nadie sino para uno mismo, por ese motivo no tengo porque ayudarte, porque lo que me sobra, lo que no necesito también es mío, solo mío. Porque yo siempre me he labrado mi futuro, nunca he recibido ayuda ni la he necesitado, he sido buena persona, trabajadora y humilde y no he hecho que la gente se avergüence de mi al verme tirada en un portal, ni nadie tampoco me ha culpado de aumentar el peligro de la ciudad en la que vivo.

Tal vez mañana cuando te vuelva a ver me sobren unos céntimos, ahora voy a intentar creérmelo y no pensaré en ti cuando me meta en mi cama mullida y caliente.

martes, 12 de marzo de 2013

003. CRÓNICA DE UN OLVIDO

Como una vela que se apaga y el hilo de humo olvida la luz.
Así fuimos niños, así volamos libres, despiertos y desnudos. Luego alguien encendió la luz.

Cuando no teníamos más que recordar que el nombre de los colores, cuando las palabras no eran más que una sucesión de letras. Cuando, sin saberlo, la música ya era una droga. Alguien llegó y encendió la luz.

El éxtasis solo se vivía en las carreras, en los juegos, en los cuentos. La imaginación era intrínseca, no había que salir a buscarla. El conejo de Alicia era real y la locura del sombrerero irreal. Los sueños continuaban durante el día. Hasta que alguien llegó y encendió la luz.

Y la luz se lo llevó todo, se llevó la alegría, la pasión, la felicidad y la cordura. Sólo dejó pobres locos ajenos a lo real fingiendo estar cuerdos. Olvidando que lo tangible es un sueño, y la esencia la realidad. Así fue como la locura cobró el sentido. Porque la luz trajo la incomunicación, las ataduras y los zapatos molestos. Así fue, como solo quedaron unos pocos a los que llamaron locos, por rescatar sus pasiones, por hacer vivir sus sentidos, por recordar. Que luchan por no olvidar el nombre de los colores, por devolverle el olor a las flores.

Por recobrar el sentido de la vida.

miércoles, 13 de febrero de 2013

002. DE CÓMO DECIDIMOS SALIR A PASEAR

Todo estaba vacío. Las paredes estaban vacías, los muebles y el cielo estaban vacíos. La cama estaba vacía. Entonces, solo quedó salir a pasear, a buscar, a encontrar.

Un terremoto lo había devastado todo, las paredes, las aceras. Como un camino sobre escombros. Parecíamos dos niños viejos rebuscando en un mercadillo de oportunidades, entre rastrojos de sociedades. Cuadros sin esquinas y libros sin capítulos, miradas perdidas y gritos perdidos en el vacío. Así, todo parecía estar perdido.

Hasta la ruptura del silencio, hasta el rescate de los gritos ahogados, permanecimos quietos, perfectamente inmóviles, susurrando en el silencio y bailando sin movernos, metidos en una caja oscura y sin ningún espejo. Acostumbrándonos, viendo como siempre todos eran los mismos, viendo como los años se cumplían y ahora ya no éramos niños.

De pronto vimos que estábamos desnudos, que siempre lo habíamos estado, y que la ropa había ido desapareciendo poco a poco, escondiéndose entre siglos de conocimientos adquiridos, de obligatoriedades innecesarias e intelectuales con gafas en la nuca. Y en la era mediática, todo era silencio.

Fue así como nos dimos cuenta de que todo estaba vacío, no había un solo atisbo de realidad entre tanta exagerada cordura. El protocolo en el idealismo no existe, y eso, lo habían quemado de los libros. No existía el gran secreto de nada. No había una clave proclamada a voces.

Fue así, como decidimos salir nosotros y ponernos a gritar.








jueves, 17 de enero de 2013

001. INTRO

Si saltásemos descalzos. Si cerrásemos los ojos. Si nos mordiésemos los labios. ¿Quién dice que nos estuviéramos equivocando?

Efluvios de una realidad aparente rescata lo que pudimos haber dicho y no lo hicimos. Rescata los impulsos de las corazonadas más indecentes. Entra y revuelve hasta arrancarte lo más escondido, vergüenzas y penas, pasiones y ganas. Porque eso es lo que te mantiene vivo.

En una época en la que no basta soñar con iconos del pasado, sino que hay que desenmascarar a nuestros iconos presentes, a nuestros ídolos que deambulan en el silencio procurando saltar, y a los que no les damos la mano.

Efluvios de una realidad aparente es una crónica de lo que tú también has pensado, sino, no habrías leído esto.